La capacidad de sentir
vergüenza es una buena brújula moral.
La vergüenza acecha al calor
del pecado, pilar de la religión. Solo nos sentimos avergonzados al comportarnos
de un modo no aceptado por un grupo determinado, al cometer pecado.
“La moral sin religión
carece de base” con el celebre pensamiento del ilustre Bolívar se reafirma la
importancia asociativa entre el opresivo pensamiento cristiano y la contradictoria
moral presente en el. El ser humano lleno de miedos internos y contradicciones,
se sintió obligado a crear ciertos códigos de vida en base a convicciones
generalizadas de una manera egoísta.
La vergüenza se siente al
estar conscientes de haber faltado a las
reglas de vida que “debemos” tener presentes en nuestro día a día. Pero estas
reglas de vida no pueden interferir con nuestra naturaleza humana, como es de
esperarse. Irónicamente nos avergonzamos de lo que somos y de lo que sentimos.
Buscando ser de otro planeta, como conquistadores acabando de llegar,
desnaturalizamos nuestra esencia, temerosos de perder el control de los
sentidos y de nuestra alma, dándoles una dirección ficticia que solo nos lleva
a una cruel contradicción.
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